Ensayo

Carlos Zurita: recomendaciones de un profesor


El sociólogo en busca del escritor

¿Qué tiene que ver la sociología con los cuentos de Raymond Carver, la poesía de Cesare Pavese, las letras de Enrique Cadícamo o El Matadero, de Esteban Echeverría? Carlos Zurita es sociólogo y poeta y defendió su doble vida en el seminario del Programa de escritura en Ciencias Sociales de la Escuela IDAES. Los textos científicos y la novela, dice, crean narraciones que dan sentido al pasado, el presente y el futuro. En esta conversación el especialista en el mundo del trabajo traza cruces y préstamos entre la literatura y las ciencias sociales y explica por qué para afinar su imaginación sociológica necesita leer el Quijote todos los años.

En un seminario de sociología, un profesor irrumpe con un soneto. Entre estrofa y estrofa levanta la vista para mirar al público que hace rato escucha atento desde los pequeños cubículos de zoom. El “sonetito”, según sus palabras, se titula “A Charlie”: 

Tutor de metafísica y soltero,

santiagueño con cola que rehúye

las caricias y todo lo que fluye,

hasta el amor, eterno pasajero.

Por este mundo de simulaciones,

él descalzo y desnudo se desliza 

como una sombra por habitaciones

 y territorios donde nadie pisa.

Esta es su casa. Creímos ser sus dueños,

sólo somos materia de sus sueños.

Charlie es el gato de Carlos Zurita. Mientras Zurita lee a modo de despedida el poema que escribió a su mascota, el chat de zoom explota: “Gracias por tanto!!”, “¡Qué lindo!, “¡Un capo!”, “Recuerda a los sociólogos viejos donde la cultura era general y universal”.

Carlos Zurita es profesor de sociología, editor de la Revista Trabajo y Sociedad y director de la Maestría en Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Santiago del Estero. Pero también es escritor y poeta. Pertenece a ese grupo de intelectuales con una “doble vida”: repartidos entre la profesión científica y la vocación literaria. Personas atravesadas por dos pasiones o dos oficios que, aunque aparentemente incompatibles, coinciden en el intento por comprender y narrar el tiempo en que vivimos. 

Esa dualidad fue lo que defendió Carlos Zurita en este seminario dirigido a estudiantes de la materia “Escritura y Argumentación” de la Escuela IDAES: que esa doble vida puede ser una, y que quienes nos dedicamos a las ciencias sociales tenemos mucho por ganar si nos asumimos escritores. Porque la escritura, lejos de ser una mera herramienta a la que acudimos para plasmar o comunicar lo que descubrimos o lo que investigamos, es una práctica intrínseca de nuestro oficio, una instancia a través de la cual descubrimos aquello que pensamos.

Nada es más sugerente que el título de su último libro, El sociólogo como escritor. Allí, Zurita insiste en una idea: que la sociología, como la novela, crea espacios y personajes desde las descripciones y las narraciones, y que son esas narraciones las que logran darle sentido a lo sucedido en el pasado, el presente y el futuro. 

Zurita no puede escapar de algunas obsesiones. Aunque se dedica hace décadas al mundo del trabajo (comenzó su trayectoria estudiando el servicio doméstico y luego a los trabajadores golondrinas), todos los años necesita releer El Quijote.  El gusto se lo pegó en los ‘60 Ana María Barrenechea, profesora de literatura y pionera en temas de análisis estructural. En esos años, Zurita estudiaba Letras en la Universidad de Buenos Aires y asistía a las clases de José Luis Romero, “el gran medievalista argentino”, y a las de Jorge Luis Borges sobre literatura inglesa y norteamericana. Ahí, en el subsuelo de Viamonte 430, aprendió cómo la literatura podía iluminar y enriquecer el análisis histórico o social. Un saber que pudo conservar como una perla escondida, a pesar de su inclinación por la sociología cuantitativa, de la mano de Floreal Forni. 

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El sociólogo-escritor propone dos libros-hito para incursionar en la reflexión sobre los cruces entre la literatura y las ciencias sociales: Las tres culturas, de Wolf Lepenies, y La sociología como forma de arte, de Robert Nisbet. De Nisbet recupera, en particular, tres formas de pensar las similitudes entre las ciencias sociales y las artes: a través del concepto de estilo, de la construcción de metáforas (pensadas no solo como figuras retóricas) y del diseño de paisajes sociales. Pone algunos ejemplos: el peso de las metáforas de crecimiento o la construcción de los paisajes sociales de masas durante el siglo XX. 

Pero hay un cuarto elemento, otro recurso que la sociología toma prestado de la literatura:  la creación de retratos y personajes que condensan, al mismo tiempo que profundizan, una época. El retrato del burgués, del obrero, del burócrata, del intelectual, son algunos de los ejemplos icónicos. A nivel local, Zurita recupera cómo Argentina fue creada también a través de personajes y paisajes: de El Matadero, de Esteban Echeverría; de El Facundo, de Sarmiento y de toda esa literatura gauchesca que logró condensar la realidad social de esos años.

Zurita también propone examinar las diferencias entre ambas disciplinas. Y lo hace en términos popperianos: mientras la sociología es un discurso reglado por convenciones vigentes “en el contexto de la justificación”, es decir, es un discurso que se pretende convincente y compartido, la literatura no aspira a demostrar una verdad. Más bien opera en “el contexto de descubrimiento”. Su verdad es ella misma: su poder de convencimiento, su sustentabilidad factual, está en el propio texto.

La diferencia entre ambas escrituras se vuelve más sustancial aún si vemos el impulso del que surge: mientras que a los literatos los mueve escribir una pulsión interior, para los sociólogos la escritura está ligada, en general, a una presión externa, a la necesidad de ser evaluados a partir de sus publicaciones. Y eso porque las trayectorias en el sistema científico argentino (como los de otras latitudes) están determinadas por cuánto escribís y dónde: esas son las condiciones de producción y de reconocimiento de los textos de ciencias sociales. Y es eso, también, lo que condiciona nuestras escrituras, nuestros estilos y nuestros textos. 

Las recomendaciones del profesor

Además del soneto, o “del sonetito”, el seminario de Zurita incluye sugerencias que aprendió en su propia práctica como sociólogo y escritor, y que enseña a sus estudiantes como mantra. La primera de ellas, que escribir bien es escribir sencillo. Pero hay más:

1. Leer lo propio como ajeno: este ejercicio de distanciamiento, de desdoblamiento de uno mismo como escritor y lector, contribuye a reconocer los límites de nuestros textos, a distinguir lo que quisimos decir y lo que realmente dijimos. 

2. Imitar cómo escriben los cientistas que nos gustan: Zurita recuerda que también fue una recomendación del sociólogo Javier Auyero durante las Jornadas de Escribir Lo Social. Auyero llamó a “emular”, escribir “a la manera de”, una práctica recurrente en otras artes, como la música o las artes plásticas.

3. Leer de todo: el aprendizaje de la escritura sociológica se adquiere leyendo a otros buenos sociólogos, a quienes te inspiran. Pero también hay que leer literatura y poesía. Zurita recomienda los cuentos de Raymond Carver, la poesía de Cesare Pavese y Wislawa Szymborska, las letras de tango de Enrique Cadícamo y las novelas de Paul Auster, J. M. Coetzee, Leopoldo Marechal y Leonardo Padura. 

4.  Leer sin ingenuidad: estar atentos a los contenidos de los textos y también observar cómo esos autores construyen un diseño, despliegan recursos, presentan estrategias textuales. 

5. Pensar a la escritura como una práctica colaborativa: Zurita recupera a “Las Meninas”, de Diego Velásquez, para dar cuenta de un estilo de trabajo en el que un autor principal marca los esbozos genéricos y luego otrxs pintores se encargan de los detalles. Este trabajo artesanal y colaborativo, invita, también se puede realizar desde las ciencias sociales. 

Relatoría del Seminario de Carlos Zurita, organizado por el Programa de Escritura en Ciencias Sociales de la Escuela IDAES, junio 2022.