Ensayo

Formación profesional en la universidad


Un futuro mejor posible

La formación profesional es, sin lugar a dudas, una oportunidad: oferta de cursos para salidas laborales concretas en distintas disciplinas y profesiones. En la UNSAM hay un compromiso por atender las necesidades del contexto sociocomunitario, productivo, local y regional: durante el año 2022 fueron 940 las personas inscriptas a los más de 30 cursos dictados. Se trata de aquello que se despliega cuando las políticas públicas garantizan el derecho a la educación y las personas se apropian de ello.

Cada vez que alguien decide formarse hay un mejor futuro posible.

Esta no es una reflexión romántica ni vacía. La formación profesional es, sin lugar a dudas, una oportunidad. Hasta hace poco tiempo, la Universidad Nacional de San Martín la desarrollaba en algunas áreas de conocimiento, como la arquitectura y el sector de la construcción. En 2021, el proyecto “Escuelas de Educación Profesional” de la Secretaría de Políticas Universitarias del Ministerio de Educación generó las condiciones para avanzar en su institucionalización. Con ese impulso la UNSAM se propuso llevar adelante el desafío asumiendo que se trata de una más de sus responsabilidades y que se desarrolla a través de la oferta de cursos orientados al mundo del trabajo: formaciones cortas para salidas laborales concretas en distintas disciplinas y profesiones, con el compromiso de atender las necesidades del contexto sociocomunitario, productivo, local y regional.

Oportunidad

Fueron 940 las personas inscriptas durante el 2022 a los más de 30 cursos dictados en la UNSAM. De manera presencial y virtual, en el campus y fuera de él, cientos de personas se anotaron para formarse en algún campo del saber. Se trata de una búsqueda surgida de la comunión entre la política y las decisiones personales, aquello que se despliega cuando las políticas públicas garantizan el derecho a la educación y las personas se apropian de ello.

La formación profesional representa una oportunidad para quienes están pensando en conseguir un trabajo o mejorar sus cualidades para hacerlo por primera vez. Y es, a su vez, una oportunidad para la universidad, para que parte de sus capacidades institucionales estén puestas allí, de manera sistemática, atentas a las necesidades de las personas y, por supuesto, del sector productivo. La posibilidad de inclusión de la formación profesional para “los de afuera” —una forma generalizada para nombrar a quienes no tienen en su proyecto de vida cursar alguna carrera universitaria— pasa por alto las expectativas de los propios estudiantes. No es posible dar por sentado que no hay punto de vinculación entre ambas formaciones y aún resta explorar qué sucedería si esta formación se ofreciera a los estudiantes y se convirtiera en certificaciones ad hoc que permitan ampliar los trayectos formativos.

En el sistema universitario hay un largo listado de preocupaciones sobre la formación. Cada vez que se discute sobre ello se reabre el temario clásico sobre el ingreso y egreso, el rendimiento académico, las trayectorias estudiantiles, la vinculación con el posgrado, con la investigación y/o el desarrollo profesional o la configuración de los planes de estudios. Hay discusiones que se dan formalmente aunque cuesta avanzar en acciones concretas que se traduzcan en una mejora sustantiva de la formación. El ejemplo por excelencia son los debates que involucran a los planes de estudio. Pensar en certificaciones ad hoc no es la excepción.

Tanto la flexibilización curricular —planes de estudios con diferentes alternativas para favorecer la autonomía de los estudiantes— como el reconocimiento de otros trayectos formativos que no forman parte de la grilla de materias permiten ampliar las posibilidades laborales y de formación a nuestros estudiantes y a todas las personas interesadas en capacitarse para el mundo del trabajo.

¿Por qué vincular la formación profesional con la flexibilización curricular de las carreras de grado que ofrece la universidad? ¿Qué puede aportar la formación profesional a la formación de grado? Ante la imposibilidad de generalizar, cabe aclarar que cada área y cada profesión tiene respuestas particulares para estas preguntas, pero intentemos abordar algunos ejemplos. El área de transporte puede —y lo ha hecho con un curso de logística— identificar las demandas de formación del sector que se transforman en un curso para quienes aspiran a trabajar en ese ámbito, así como también podría ser una certificación complementaria para los estudiantes que están cursando tecnicaturas e ingenierías. Es posible repetir este ejercicio con la mayoría de las carreras de grado de la universidad siempre y cuando nos preguntemos por su vinculación con el mundo del trabajo. Para ello es necesario sostener cursos cuyos ejes estén puestos allí y puedan ser reconocidos como certificaciones complementarias que reciben los estudiantes durante su formación y que, al mismo tiempo, estén destinados al público en general.

La flexibilización curricular implica una “apertura” de formatos y trayectos, como también el reconocimiento de los saberes experienciales que se producen en otras instancias ajenas a la universidad. La mayoría de las áreas puede avanzar en este sentido, desde las artes y las letras hasta las ingenierías o la administración. En este proceso de creación-innovación de formatos y oportunidades, la originalidad siempre funciona dentro de la estructura de la tradición. Por ello, crear una tradición totalmente nueva en la universidad es una tarea compleja y siempre hay un diálogo imprescindible con los legados. La inclusión de estas certificaciones vinculadas a la formación profesional podría ser una puerta para avanzar en ese sentido, sabiendo que requiere traer al centro de la escena un conjunto de preguntas que no son fáciles de resolver sobre “qué y cómo” debe formar la universidad. 

Aprendizaje

¿Cuál es el modo que proponemos para la vinculación con el conocimiento? La relación virtuosa de las funciones de investigación, formación y extensión es una capacidad distintiva de la universidad. Son los propios docentes e investigadores quienes conocen el “mapa” de cada disciplina, de cada profesión, de las tendencias de cada campo para identificar los conocimientos indispensables para el mundo del trabajo actual o del futuro. Son ellos quienes tienen a su cargo la formación de los profesionales en la universidad bajo las reglas de la tradición disciplinar y universitaria. Según la posición que asumamos, esto puede ser una ventaja o un obstáculo a resolver.

La organización de los cursos de formación profesional y sus clases deberían superar aquellas prácticas vinculadas a la tradición academicista de la universidad que sostiene la predominancia del saber teórico sobre el saber de la experiencia, la oralidad y la escucha silenciosa como la forma de enseñar y aprender predominante o la inclusión acotada de instancias de prácticas. De lo que se trata es de diseñar experiencias de formación en las que se pueda aprender a reconocer los problemas de las prácticas de cada profesión e intervenir en ellos alejados de la racionalidad técnica que cree que las soluciones son solo aplicaciones de teorías o elecciones de medios técnicos idóneos.

Las áreas más importantes de la práctica profesional se encuentran más allá de los límites convencionales. Por ello es necesario formar con la libertad de aprender haciendo en contextos donde suceden los problemas, con tutores que guíen ese proceso y con dispositivos que permitan compartir y discutir esas tareas. No se trata de una definición dogmática para estas ofertas, sino de incitar preguntas sobre los problemas de las prácticas de modo tal que lleguen a las aulas. Los cursos de formación profesional permiten plantear esos problemas con la libertad de generar otros modos de pensar e intervenir sobre ellos con los conocimientos adecuados, de colocar a los estudiantes en situaciones de decisión para que puedan apropiarse de los saberes del mejor modo posible. Esta formación promueve formas diversas de enseñar y aprender la identificación e intervención en los problemas y construye puentes con el mundo del trabajo tanto para quienes ya estén estudiando en la universidad como para los se proponen ingresar en ella.La formación profesional en la universidad —para “los de afuera” y “los de adentro”— es una oportunidad para personas e instituciones que buscan conocer disciplinas y profesiones para la inclusión laboral. La universidad puede incluirla en la formación sistemática y, a su vez, promover el diálogo de saberes generando nuevas formas de intervenir en el mundo. Es una oportunidad para fortalecer el territorio educativo del cual forma parte y contribuye, cada día, a sostener la educación como un derecho humano, un bien público y social que aspira a la construcción de una sociedad más justa.