Ensayo

Carcova, Cárcova: el barrio y el artista


Sin pan y sin trabajo

En los bordes que le fueron creciendo a Buenos Aires durante el siglo XX se encuentra una de las “villas miseria” más vulnerables del conurbano de Buenos Aires: La Carcova. El nombre del barrio surge de la calle principal que lo atraviesa: Ernesto de la Cárcova. Laura Malosetti Costa escribe sobre su obra y sobre las muestras y exposiciones que se hicieron desde la UNSAM acerca del “más utópico e idealista entre los primeros artistas modernos argentinos de fines del siglo XIX”.

Ernesto, un joven de 19 años proveniente de una familia tradicional de clase alta de Buenos Aires, viaja a Italia para formarse como artista. Ocho años después vuelve a su país con un cuadro a medio terminar, que completa y presenta al año siguiente: en 1894 se convierte en la estrella del segundo Salón del Ateneo. Ese cuadro, al que pensaba llamar La huelga, presenta una conmovedora escena de protesta y desaliento de una familia obrera. De ahí en adelante, tiene un efecto inmediato y poderoso en todas las personas que lo ven, que escriben sobre él, que lo reproducen para los diarios, que lo copian, lo fotografían y lo comentan. Con el correr de los años se vuelve el símbolo nacional de la protesta social en la Argentina.

El joven es Ernesto de la Cárcova. El cuadro, hoy expuesto en el Museo Nacional de Bellas Artes, se llama Sin pan y sin trabajo.

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En los bordes que le fueron creciendo a Buenos Aires a lo largo del siglo XX —con sus vertederos de basura, sus barrios de inmigrantes del interior, sus loteos nuevos y sus fábricas abandonadas—, en el área vecina a la cuenca del río Reconquista del Municipio de San Martín, se encuentra una de las barriadas o “villas miseria” más vulnerables del conurbano de Buenos Aires: La Carcova. 

En el barrio residen más de 12 mil personas y la mayoría vive de la recuperación de mercadería y materiales en el basural. Los diversos contextos políticos fueron excluyendo cada vez más a miles de familias con recursos escasos. 

La Universidad Nacional de San Martín tiene allí una presencia activa, trabajando en la inclusión de niños y jóvenes en el sistema educativo: instaló una Escuela Técnica y colabora, desde sus comienzos, con una Biblioteca Popular y otros establecimientos primarios y secundarios aportando proyectos, talleres y docentes. La Biblioteca Popular La Carcova es una organización social y comunitaria que nació en 2012 a partir de la formación política y académica de varios estudiantes de la UNSAM, dirigida por uno de sus egresados: Waldemar Cubilla. Se trata de un colectivo crítico que, a través de la expresión artística, pudo hacer de la formación y el trabajo una bandera de lucha.

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El nombre del barrio surge de la calle principal que lo atraviesa: Ernesto de la Cárcova, tal vez el más utópico e idealista entre los primeros artistas modernos argentinos de fines del siglo XIX. Esa vía desemboca –ironías del destino– en una fábrica abandonada. No son muchos los vecinos del barrio (cuyo nombre pronuncian diferente, sin el acento en la primera vocal), que recuerden o sepan la razón de ese nombre. 

Luego de la crisis de 2001, empecé a madurar un proyecto para homenajear al artista. Pudimos concretarlo, quince años después, con un hermoso grupo de colegas, docentes, artistas, trabajadores sociales y niñxs. El pretexto fue la conmemoración de los 150 años de su nacimiento. Los números redondos siempre ayudan. El contexto, la ola de despidos de empleados del estado, en particular de museos, bibliotecas e instituciones culturales con la que cerró el año 2015 y comenzó el 2016.

Ernesto de la Cárcova fue –en palabras del poeta y escritor Rubén Darío– un dandy socialista. Fue uno de los miembros fundadores de la primera agrupación que nucleó a los socialistas argentinos, y que más tarde sería el Partido Socialista. La Vanguardia (el diario que publicaba ese grupo dirigido y editado por Juan B. Justo) le disparó, sin embargo, unos dardos envenenados a Sin pan y sin trabajo. No criticó a la pintura (que encontró, como todo el mundo, excelente) sino al artista, cuyo compromiso con los ideales socialistas ponía en duda a partir de los debates estético políticos de entonces: no había que pintar cuadros de miseria para que se conmovieran los ricos burgueses, sino que había que hacer arte para el pueblo.

De la Cárcova, tal vez por esa razón, no pintó más cuadros obreros para el Salón. Después de un comienzo brillante, su trayectoria como artista se entreveró en una intensísima y generosa actividad docente, institucional y política. Dedicó el resto de su vida a la promoción y formación de artistas y actividades artísticas que contribuyeran a educar al pueblo y mejorar sus condiciones de vida: escuelas de oficios vinculados con las artes (“mayores” y “menores”), promoción de leyes y ordenanzas públicas para mejorar el espacio urbano y patronato de becarios en Europa.

Su producción artística no fue muy vasta: en la exposición póstuma organizada por la Asociación Amigos del Arte en 1928, poco después de su muerte, su viuda Lola Pérez del Cerro pudo reunir apenas treinta y cinco pinturas, diez medallas y algunos dibujos. Desde entonces y durante casi un siglo, no mereció exposición retrospectiva alguna hasta la que organizamos en 2016 en el Museo Nacional de Bellas Artes (MNBA), en la antigua Escuela Superior de Bellas Artes fundada por él en la Boca (hoy Museo de Calcos y Escultura Comparada de la UNA) y la UNSAM.

Como parte del proyecto de esta exposición trabajamos desde la UNSAM con los directores, profesores de artes plásticas y otros profesionales que colaboran en las escuelas del barrio La Carcova para vincular a los alumnos de esas instituciones con el nombre y la historia de su barrio, y trabajar –a partir de Sin pan y sin trabajo– en temas como la injusticia y la exclusión social.

Con el apoyo y la colaboración de colegas del área educativa de los museos y de la UNSAM comenzamos con la donación de libros y catálogos a sus bibliotecas, charlas en sus instituciones y visitas guiadas de grupos de niños y jóvenes del barrio al MNBA y al Museo de Calcos Ernesto de la Cárcova. A partir de esas actividades, trabajaron con sus maestros en una reflexión que resultó en una jornada de arte y una exposición en el edificio de Ciencias Sociales de la UNSAM en las que alumnos de esas instituciones educativas estamparon remeras, montaron un recital y una obra de teatro, exhibieron dibujos, collages, cortos cinematográficos y realizaron un mural que hoy puede verse en la entrada del edificio.

La presencia en la exposición del MNBA de algunas fotos y registros de esa experiencia pretendió tender puentes de comunicación horizontales e inclusivos entre realidades hoy muy distantes y, principalmente, poner en escena la vigencia de los ideales de un artista que, proveniente de los estratos más privilegiados, trabajó toda su vida de un modo sincero y comprometido por una sociedad mejor y más justa.

El proyecto no se estancó. Tiempo después, la UNSAM obtuvo un subsidio otorgado por el Ministerio de Promoción Social de la Provincia de Buenos Aires para el Voluntariado Universitario mediante el cual la Biblioteca Popular de la Carcova pudo adquirir mesas, bancos y materiales artísticos para sus actividades educativas. También se puso en marcha un Proyecto de Reconocimiento Institucional (PRI) para continuar con los viajes de niños y jóvenes de instituciones educativas del área Reconquista a distintos museos de la CABA. Además, la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica (ANPCyT) aprobó un proyecto de investigación para continuar el trabajo de investigación y colaborar en la conservación y catalogación del archivo y la biblioteca de la Escuela Superior de Bellas Artes Ernesto de la Cárcova, vinculando su historia con la temática más amplia de la Educación artística, instituciones y Academias en la Argentina de la primera mitad del siglo XX.

Las tres exposiciones realizadas en 2016 pusieron en escena no sólo la obra del artista y sus reapropiaciones a lo largo del tiempo, su labor en la construcción de instituciones educativas y el destino de ellas, sino también las tensiones actuales en todos esos ámbitos y la potencia de la figura del artista y su cuadro para inspirar nuevas utopías.Más allá o más acá de cuestiones estilísticas o cronológicas, la memoria de Ernesto de la Cárcova y su cuadro Sin pan y sin trabajo es en nuestra Universidad un instrumento transformador para la conservación del patrimonio, la inclusión social, la creatividad y la resignificación del pasado con miras al futuro de los jóvenes que han participado y siguen participando en estos proyectos colectivos. Sin grandes pretensiones totalizadoras, se trata, sin duda, de una recuperación de aquella utopía transformadora que pensó el arte como instrumento privilegiado para un futuro mejor, más justo y más feliz.