Ensayo

El voto de las juventudes


Muy hablados, poco escuchados

En nuestro país, la pobreza, el desempleo y las condiciones de trabajo degradadas afectan en mayor medida a la población entre 15 y 29 años. Las políticas de bienestar para las juventudes muestran signos de agotamiento y piden su actualización. Entre la experiencia generacional bisagra de la pandemia cuyos efectos siguen vivos y un mundo adulto que les habla pero no los escucha, muchos de los y las jóvenes transformaron sus adhesiones y compromisos políticos y buscaron caminos reactivos a las propuestas electorales que defraudaron sus expectativas. Pablo Vommaro propone cinco claves para entender este malestar que habrá que afrontar antes y después de las elecciones del 19 de noviembre.

En estas elecciones presidenciales, el voto joven despertó sorpresa y curiosidad. Más allá de cómo hayan votado efectivamente, sus experiencias vitales cobraron visibilidad y dejaron al descubierto que las juventudes son muy habladas pero poco escuchadas. La diferencia en los resultados entre las PASO y la primera vuelta o el estancamiento de Milei no cambia esta realidad. Cinco claves para entender el malestar de las juventudes argentinas que habrá que afrontar antes y después de la segunda vuelta.

1. Precarización de la vida 

En la Argentina, el 43,3% de las y los jóvenes entre 15 a 29 años son pobres, un 11,1% más que el grupo de 30 a 64 años. Mientras que la desocupación general es del 6,2 %, el 13% de la población juvenil no tiene trabajo. El desempleo afecta más a las jóvenes que a ellos. Si a estos índices les sumamos el subempleo, que se ubica en más de un 20%, casi un tercio de la población jóven tiene problemas de trabajo. La precariedad no es nueva: se viene produciendo al menos desde 2014 y se profundizó en los últimos años. Las políticas económicas adoptadas entre 2015 y 2019 y las consecuencias de la pandemia, que no fueron suficientemente contrarrestadas desde las políticas públicas al menos en lo que a las juventudes atañe, son responsables de esta degradación material. 

El deterioro de las vidas de las y los jóvenes se asienta también en la erosión de sus condiciones de trabajo: el 66,4% de los trabajadores de entre 16 y 18 no están registrados y el 31,3% de los mayores de 18 años tampoco. En los últimos años aumentó el trabajo registrado con condiciones degradadas y sueldos que no superan el límite de la pobreza. El “Rappi de Milei” es un joven precarizado cuya experiencia material transformó sus adhesiones y compromisos políticos.

Estas condiciones se entraman con la degradación de las condiciones de muchos barrios populares, con servicios deficientes, carencia de transporte público y pocos espacios de encuentro y socialización para las juventudes. Desigualdades multidimensionales y entramadas configuran experiencias generacionales en las que la mayoría de las juventudes producen sus mundos de vida. Para ellos y ellas, los derechos y lo público están divorciados de su experiencia cotidiana, son algo de lo que pueden disfrutar otros. 

La diferencia sensible entre los resultados de la elección presidencial y las locales (provinciales o municipales) en muchos distritos habla de una política inmediata o de proximidad menos rota y menos incapaz que la nacional. Quizá esta política de cercanía sea una de las pistas para intentar recomponer (si es esto es posible) un vínculo que está desfondado o implosionado, no sólo para las nuevas generaciones.

2. La pandemia sigue ahí

La emergencia sanitaria que impuso el COVID fue una experiencia generacional bisagra para los y las jóvenes. Aunque silenciado, el impacto de este acontecimiento subjetivante aún resuena en sus vidas. 

La pandemia no fue la excepción al desconocimiento y desvalorización de las realidades juveniles por parte del mundo adulto y del sistema político. Este fue uno de los grupos sociales cuya afectación por las medidas de cuidado y aislamiento fue menos reconocida. Sus modos de sociabilidad y encuentro se trastocaron; fueron arrojados a la virtualización educativa cuando, según datos de UNICEF, en 2020 entre quienes recibían la Asignación Universal por Hijo el 28% no tenía Internet de uso propio y el 53% estudiaba sin computadora; se profundizaron las desigualdades de género y disidencias. Se tuvo muy poco en cuenta cómo experimentaron las desigualdades en sus producciones y apropiaciones territoriales, cómo atravesaron el pasaje al teletrabajo y los efectos de la creciente precarización laboral. Muchas veces las y los jóvenes fueron responsabilizados por los contagios o estigmatizados al querer encontrarse con otros. También fueron hostigados, criminalizados y hasta eliminados físicamente por las fuerzas de seguridad.

La imposibilidad de poder reunirse de manera presencial durante varios meses generó afectaciones subjetivas y vinculares. UNICEF señala que 47% de las/os jóvenes creen que las redes sociales no reemplazan el encuentro presencial y que las percepciones de los/as jóvenes sobre la pandemia y el distanciamiento social “fueron siempre negativas y estuvieron vinculadas a las restricciones en el contacto y los vínculos sociales, al impedimento de actividades y a los duelos por ciclos y proyectos inconclusos”. CEPAL mostró que la mitad de las/os jóvenes experimentaron mayor estrés o ansiedad durante las cuarentenas y ante las restricciones a la movilidad y los confinamientos. El suicidio adolescente y juvenil pasó de ser la sexta causa de muerte para este grupo social en 2014 a ser la segunda en la actualidad. Esta realidad es poco reconocida desde el mundo adulto.

La desazón, el malestar, el descontento y la rabia juvenil buscaron y encontraron canales de manifestación en los espacios que lograron interpelarlos y que demostraron capacidad para expresar la disrupción y el anhelado grito de basta.

3. Mundo digital: territorio en disputa

El crecimiento de las redes sociales y la intensidad de la sociedad digital se manifestó con fuerza en los últimos años impulsados, entre otras cosas, por las características del capitalismo actual y por la virtualización de la vida intensificada durante la pandemia. Este territorio político hoy está en disputa y quiénes más lo habitan son las y los jóvenes. 

Las nuevas derechas, con tendencias más o menos regresivas y autoritarias, mostraron astucia y habilidades efectivas para disputar sentidos en el mundo digital. No sólo produciendo fake news o contribuyendo a la cultura de la cancelación. Para muchos jóvenes, Milei es un influencer antes que un político. El activismo digital que promueve y multiplica tiene fortalezas en relación al de otros espacios políticos al mostrarse más auténtico, directo y disruptivo. El líder carismático tiene más seguidores en Tik Tok que todos los otros candidatos juntos y, como dijo Juan Elman, su crecimiento se venía dando en comunidades digitales previas, como la gamer

Uno de los rasgos importantes de las redes sociales es su carácter dialógico, la interacción. No se trata sólo de emitir mensajes ni de focalizar en los modos de recepción de los mismos, sino de asumir el diálogo producido en el mundo digital. En esto también se evidencia la poca escucha hacia las juventudes, hay políticos que ostentan más capacidades que otros para aprovechar estas dinámicas.

4. La tercera es la vencida

En los últimos ocho años la sociedad argentina vivió dos experiencias políticas fallidas que provocaron desilusión, desencanto, malestar, frustración y descontento en sus bases electorales y en amplios grupos sociales. Tanto el gobierno de Cambiemos y Macri en 2015-2019, como el del Frente de Todos y Alberto Fernández en 2019-2023 son crecientemente leídos como fracasos por sectores diversos. Ninguna de las dos fuerzas que fueron o son gobierno y se presentaron a las elecciones en 2023 hizo autocrítica. Una propuso hacer lo mismo que en 2015, sólo que más rápido y con más decisión o fuerza. La otra se distanció de su propia gestión y apeló al recuerdo de lo bien (o lo menos mal) que estábamos antes de 2015. Ninguno de los dos discursos parece haber seducido a las juventudes.

La tercera opción buscó diferenciarse tajantemente de las dos anteriores: prometió cumplir el anhelo de algo nuevo que rompiera con la inercia de desilusiones. Un importante sector dentro de las juventudes adhirió con entusiasmo a esta posibilidad, incluso considerando un salto al vacío que permitiera resetear el sistema y discontinuar una situación percibida como empantanada y con signos de agotamiento cada vez más evidentes. Como propone Nacho Muruaga, una de las palabras claves para entender el voto a Milei es la insatisfacción.

La idea del “cambio” viene siendo ampliamente disputada. Tanto en 2015 como en la actualidad, los sectores que se reconocen como más progresistas o populares (quizá con la excepción de Grabois, quien también despertó entusiasmo en muchos jóvenes) están quedando entrampados del lado de la conservación, de la defensa del estado de cosas o de una promesa de regreso a un pasado supuestamente mejor. Se percibe como una invitación a continuar con la situación de deterioro y precarización en la que viven la mayoría de las y los jóvenes y la sociedad en general. En otros países latinoamericanos (Colombia, México, Chile, Brasil, Honduras y ahora Guatemala) esta disputa se resolvió -al menos en las elecciones presidenciales- a favor de los gobiernos populares que buscan la ampliación de derechos y contrarrestar las desigualdades fortaleciendo lo público. En la Argentina parece suceder lo contrario y habrá que trabajar con mucha inteligencia y empatía para revertirlo.

La socialización política de las nuevas generaciones en coyunturas de gobiernos populares o progresistas, como dice Pablo Stefanoni,  podría explicar estas dinámicas. Al ser percibidos como fracasados o agotados, buscan caminos reactivos a las experiencias que defraudaron expectativas sin hacerse cargo de lo que provocaron. En los países de la región mencionados, el proceso fue distinto porque las alternativas que proponían ampliar derechos y contrarrestar desigualdades sobrevinieron a gobiernos regresivos, autoritarios y agotados (o que eran percibidos como tales).

5. Cachetazo al sistema político 

Los votantes de Milei no siempre están de acuerdo con sus ideas y propuestas. Esto no desestima a sus votantes, sino que resalta las dimensiones emotivas, de adhesión empática y esperanzada (aunque se sustente en el enojo y la desilusión) y de afinidad subjetiva que subyacen al voto, además de considerar sus dimensiones programáticas o ideológicas. Una vez más, se trata de una adhesión forjada en los planos emotivo y afectivo (los afectos comunes de los que habla Chantal Mouffe). 

Zuban Córdoba mostró que las políticas públicas de bienestar material y simbólico tenían una alta adhesión entre las juventudes. En 2021, casi un 80% apoyaba el PROGRESAR, un porcentaje mayor la AUH, un 73% el Conectar Igualdad, el 71% la legalización del cannabis para uso medicinal y las políticas de igualdad de género recibían altos índices de adhesión también. Preguntados los mismos jóvenes por su adhesión electoral o político-partidaria, las respuestas eran mucho más dispersas. Muchos jóvenes que manifestaban su preferencia por Bullrich o Milei apoyaban las mismas políticas que éstos denostaban. 

Estas políticas públicas, en su mayoría, no son novedosas, vienen desde antes de 2015 y muestran signos de agotamiento y falta de actualización o innovación. Hace rato que la trama de políticas de juventudes de bienestar material y de bienestar subjetivo clama a gritos su actualización en la Argentina. 

En su discurso luego del triunfo en las PASO, Milei se dedicó a denostar la justicia social y a descalificar la idea de que “donde hay una necesidad, hay un derecho” sus dichos no fueron celebrados aquella vez: en el auditorio (al que se ingresaba con invitación, luego de pasar por varios filtros) reinó silencio. Las ovaciones volvieron, en cambio, cuando retomó sus consignas contra la “casta” y se revisitó el “que se vayan todos”. En el discurso que pronunció tras el resultado de la primera vuelta electoral, esto cambió tajantemente. El domingo 22 de octubre a la noche, tras quedar segundo, el candidato dijo “no venimos a quitar derechos, vinimos a quitar privilegios”. Además, dejó atrás la denostación de la “casta” y sus arengas dolarizadoras. La retractación de sus consignas e ideas previas al resultado de la primera vuelta abona la hipótesis que sostiene que el voto ideológico a Milei (también entre las juventudes) no es determinante. Como decía un jóven en una entrevista televisiva: “no acuerdo con ninguna sus propuestas y pienso que haría un mal gobierno, pero lo voté para darle un cachetazo al sistema político, para mostrar que estamos hartos y que así no va más”

Ninguna de las características de precarización, deterioro y falta de escucha hacia las juventudes mejorará tras el resultado de las elecciones del domingo, pero el desafío está abierto. Sin embargo, escuchar y ser capaces de interpelar a las juventudes resulta fundamental para revertir estos malestares en el mediano plazo. Reconocer la realidad es, siempre, el primer paso para transformarla.