Crónica

Pity Alvarez


Noqueado

Desde que irrumpió en la escena como un Ringo Bonavena ocurrente y seductor hasta el día en el que, como al boxeador, le fallaron los frenos, no hubo periodista de rock que se resistiera a su verba sin red. Oscar Jalil fue uno de ellos, y aquí lo cuenta. Porque ni la confesión incomprensible ("Yo lo maté") ni la aparición de Pity Alvarez en las páginas de Policiales borran su talento y humanidad.

Publicado el 17 de julio de 2018  

Finales de los 90. Pity Alvarez aparece en escena como una especie de Ringo Bonavena ocurrente y seductor, tiene pasta de campeón y el mejor radar para traducir el barrio y multiplicarlo en perfectos himnos eléctricos. Ya pelea en las ligas mayores y también viaja rápidamente hacia su propio laberinto, mezcla rara de héroe y villano pasado de vueltas.

No había periodista de rock que se resistiera a su verba sin red. Cristian Alvarez casi nunca apelaba a la autenticidad del chico de clase baja, más bien oficiaba de Cicerón en esa nueva cosmogonía rea que estaban experimentando los barrios bajos argentinos mientras el neoliberalismo implosionaba.

15 de marzo de 1999. El encuentro con él estaba pautado para las tres de la tarde en la sección espectáculos del diario El Día de La Plata. Mi entrevistado es puntual. Ni los 30 mil discos vendidos de Hermanos de Sangre (97), el segundo trabajo de Viejas Locas, ni ser telonero de los Rolling Stones en River modificaron el ánimo y los hábitos de Pity Alvarez: viajó en bondi desde su domicilio habitual en el barrio Piedrabuena (Villa Lugano) hasta Constitución, allí tomó el tren a La Plata y caminó tres cuadras para llegar al diario centenario. La misma rutina que había encarado hace menos de un año cuando vino a promocionar un show en el mismo escenario, el legendario Club Atenas.

De a poco, el Pity empezó a parecerse más a un boxeador averiado que a un rockero exitoso. La pose de peleador que mostró cuando se entregó la madrugada del viernes es la personificación del retador subiendo al ring. Al pobre Ringo también le fallaron los frenos; una madrugada de 1976 llegó borracho a un prostíbulo de Nevada y luego de una pelea terminó con un tiro en el corazón.

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Alvarez fue un vocero generacional inesperado, menos petulante que Adrián Dárgelos (Babasónicos) y mucho más incorrecto que Andrés Ciro (Los Piojos): filosofía callejera con total ausencia de autocompasión, mucho humor en la desgracia y la melancolía del tipo que empezaba a padecer las inclemencias de la fama.

Disolvió Viejas Locas y comenzó la aventura de Intoxicados. A más exposición respondía con mejores discos: ¡¡Buen día!! sorprendió a muchos por el viraje hacia el planeta Calamaro (“Se fue al cielo”), el toque experimental (“Canta”) y la renovación del repertorio más rolinga (“Estás viviendo con él”). También el disco incluía la banda de sonido del naufragio 2001, basta escuchar el reggae “Como ganado” para no olvidarse de esos días (“Cuanta desocupación se ve en las calles/ mucha gente digna que quiere trabajar/ los hijos ven al padre y juntos murmuran/ ellos no quieren ser un ‘tonto trabajador’ porque el que trabaja acá nunca progresa y se hace rutina la vida de esclavo”).

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Aquella tarde en La Plata, una leve parálisis facial y unos kilos de más aparecen como novedad en su estampa, aunque lo que realmente me llama la atención es el dibujo a mano que ocupa el centro de su remera blanca de manga larga. “Esta remera me la mandó una chica hace un año. Ya me la voy a cruzar a la turra. Me encanta porque a mí me dicen principito y esta mina le mandó ‘El Principity’”, dice y reconoce que no leyó el libro, “pero me dijeron que está bueno”.

-¿Qué te pasó en la cara?

-Un día me desperté así. Todavía no sé cómo apareció. Tal vez sea el strees. El médico me dijo que tengo para dos meses más. Me sucedió porque me tenía que pasar, puede ser un virus. No sé…

La charla giró alrededor de Especial (99), el nuevo disco de Viejas Locas que ya mostraba un cambio respecto a la etiqueta reduccionista del rock chabón: “No es tan rocanrol, por eso creo que va a enganchar a otro tipo de público” dice Pity. Y tenía razón. La certera caligrafía de “Homero” es uno de los puntos más altos del álbum, retrato lúcido y descarnado del deterioro social en la vida de un trabajador argentino. La canción fue el hit escondido del disco que, obviamente, no podía competir en las radios con el contagioso pulso stone de “Todo sigue igual” o la ambiciosa apuesta funk de “Qué vas a hacer sola esta noche”, pero esa tema inspirado en su padre acercó la prosa de Pity a pioneros como Moris o Javier Martínez. “Ojalá que este disco guste. Yo le tengo mucha fe. A nosotros lo único que nos interesa es seguir tocando”, dijo Pity. Era marzo de 1999.

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Aunque ahora cueste dimensionar el talento de Cristian Alvarez, ninguna página policial puede borrar la proyección artística que experimentó entre 2003 y 2006. En los nuevos discos de Intoxicados, No es sólo rock & roll y Otro día en el planeta tierra, se revela el compositor moderno que se sienta a la mesa de Andrés Calamaro (“Fuego”), sube a cantar con Virus (“Pecados para dos”) y lleva el hip-hop a su máxima expresión neorealista (“Una vela”). Al mismo tiempo es aceptado en las tapas de revistas ajenas al fenómeno del “aguante”. En Los Inrockuptibles de julio de 2003,  sacude el avispero con declaraciones para refundar el género: “el rock es un escarabajo que está llevando cien veces su peso”. Ya en esos días de notoriedad y reconocimiento, Pity empieza mandar señales: confirma su adicción a la pasta base, el uso de armas y arranca una serie de conflictos con la ley. El primero se leyó como una travesura del típico rockero quemado, el chofer de Federación no pensó lo mismo e hizo la denuncia por el robo de su remís. “De vez en cuando tenemos que robarnos un auto para demostrar lo buenos que somos”, dijo la voz de Intoxicados en medio de un concierto en Obras mientras una bandera desplegada sobre la batería publicitaba “Remises El Pity”.

Todo en la misma época, Peter Capusotto y sus videos emite su primer programa el 17 de octubre de 2006 a través de la señal Rock & Pop TV. Ficción y realidad disueltas en una pantalla ácida y tan necesaria para embocar al rock ahí donde el humor se vuelve un espejo impiadoso. Pity tira letra a los guionistas y puede cruzar la galería de personajes con escalas posibles en Pomelo, el hombre lengua Stone o el adorable mesías suburbano Jesús de Laferrere.

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11 y 12 de Febrero 2005. Un asistente de Intoxicados me dijo que Pity iba a dormir todo el viaje, recién salíamos de Cosquín de regreso a Buenos Aires y el micro lleno de músicos era una orquesta afinando. Acababa de terminar la segunda jornada de la última edición del festival en la Plaza Próspero Molina, esta vez por cuestiones contractuales llevó el título de Siempre Rock. El encuentro marcó el regreso de Andrés Calamaro a los escenarios junto a los músicos de Bersuit como banda de apoyo. Intoxicados sonó de maravillas con un Pity exultante, cerró el set con una emocionada versión de “Mother”, sí Pink Floyd también forma parte del repertorio del grupo de Lugano.

La tragedia de Cromañón seguía presente en el aire serrano, apenas había pasado poco más de un mes. Solo un imprudente se animó a encender una bengala que duró unos segundos luego de recibir algunas piñas merecidas y una silbatina general justo cuando Intoxicados estaba tocando “Un vela”.

Pity durmió todo el viaje de vuelta y cumplió la predicción del asistente que cuando bajamos en Retiro volvió a recordarme: “es así siempre, para él es lo mismo un viaje de dos horas o uno a La Quiaca, se apolilla todo”.

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Querido Pity. Estoy hablando con buena gente del barrio, con amigos de verdad…

Todos vamos a tratar de ayudarte en la que sea.
Te damos las dos manos.
Te quiero.
Todos pensamos en vos.
Andrés

El mensaje de Calamaro fue respondido en twitter con artillería pesada. La lógica de las redes sociales no distingue entre solidaridad y linchamiento, y mucho menos puede reconocer la amistad incondicional. Pity se acaba de entregar, es él quien mató de cuatro balazos a Cristian Díaz y la escena dantesca apenas acaba de comenzar. Suma más datos incomprensibles a partir de la confesión desafiante del cantante. Del lado más terrible de la tragedia se escucha: “No vendía droga, vivía para su familia y su hija”, dice un allegado a Díaz en una entrevista televisiva.

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La película de Pity Alvarez aún no se filmó. Sin embargo, la voz de Viejas Locas e Intoxicados no paró de lanzar guiones al aire: excesos con drogas duras, violencia de género, varias causas judiciales, recitales suspendidos, internaciones, tremendos momentos bizarros y un montón de canciones memorables para armar el soundtrack de un peso pesado que hace una semana atrás parecía ignorar todo límite.

En algún lugar se perdió la conexión. Pity ya hace rato que no la encuentra. ¿Y los otros? Fallaron todas las señales de alerta, el Estado que dejó a una bomba de tiempo a merced del azar, el entorno que protegió lo indefendible y los medios especializados que para diferenciarnos del amarillismo berreta miramos con tolerancia sus últimos embates suicidas. No se explica cómo siguió la tragicomedia de Tucumán, cuando Pity se enfrentó a una masa furiosa que le perdonó la vida luego de esperar más de seis horas por un recital que nunca se realizó.

Más grave aún fue la denuncia que realizó Marcela Crespo, ex novia y ex manager de Pity, que junto a otra asistente de la banda, acusaron al músico de haberlas golpeado y mantenerlas encerradas durante horas. La denuncia fue radicada en la Comisaría 48ª de Villa Lugano y en la Oficina de Violencia Doméstica de la Corte Suprema de la Nación en noviembre de 2016.

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A principios del 2002 empezamos a escuchar a hablar de paco en la Argentina, aunque en se momento no resultó sencillo establecer las diferencias químicas y de proceso entre lo que algunos toxicólogos denominan, generalizando, “cocaínas fumables” (paco, pasta base de cocaína (PBC) y el crack, como principales exponentes).

Recién en el 2010 se dio a conocer oficialmente (de hecho, en la Legislatura Porteña) lo que trascendió en los medios como “La Fórmula del Paco”: el paco, a diferencia de la pasta base, no contendría solventes ni hidrocarburos, lo que habla de un refinamiento de la PBC. El paco es el alcaloide de la cocaína rebajado con cafeína, bicarbonato de sodio y anfetaminas, sustancias similares que se utilizan para rebajar el clorhidrato de cocaína. Su diferencia con el crack reside en que se produce a partir de la pasta base de cocaína -mientras que el crack tan difundido en Estados Unidos se realiza a partir del clorhidrato de cocaína-.

Fumar paco deja daños irreversibles: como el clorhidrato de cocaína, produce daño neurológico a partir de microinfartos cerebrales. Según nuevos estudios, esta situación no es irreversible. Hay que suspender el uso, obviamente, y la recuperación lleva como mínimo el doble de los años en que se mantuvo el consumo.

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El regreso de Viejas Locas en 2011 dejó un disco menor, casi como volver a los 90 pero con las banderas vencidas y muy pocas ideas nuevas. Hasta la fecha, Contra la pared es la última producción discográfica de Pity y luego no hay mucho más. La excusa de resucitar a la banda empezó muy mal dos años antes. En una de las puertas de acceso al estadio de Vélez Sarfield, la policía reprimió violentamente a la gente y desencadenó un desastre, luego de una larga agonía Rubén Carballo falleció a causa de los golpes recibidos. El caso iguala en irregularidades y ausencia de justicia al que protagonizó Walter Bulacio en 1991 en la puerta de Obras Sanitarias antes de un recital de Los Redondos

Contra la pared no tiene grandes hits radiales, pero revela el estado de las cosas: Pity suena cada vez más frágil y queda pintado en la frase: “Voy buscando el cielo, estoy bailando en el infierno hasta el fin” (“Bailando en el infierno”). Por la misma senda confesional camina “En problemas”, otra declaración con voz rota: “cuatro años dictó la jueza pudieron ser más… no me arrepiento por lo que pasó, la próxima vez nadie lo verá”.

El Principity se entregó el viernes 13 de madrugada, aunque sonaba envalentonado y decidido frente a las cámaras había algo de boxeador herido que mira al rincón pidiendo la toalla para cerrar de una buena vez un combate insostenible.