Crónica

Resistencia cultural en una ciudad noctámbula


Rosario, aquella noche que ya fue

Alguna vez, Rosario fue noctámbula. Ese tiempo, hoy extinto, sucedió entre el regreso de la democracia y el post menemismo. Las resistencias culturales hicieron que brotaran artistas alucinantes, colectivos como Cucaño o singularidades como Fito Paéz. Todo era una exploración sensorial y lisérgica, cruce de relaciones y vínculos entre jóvenes universitarios y de los barrios locales, y pulsión por los márgenes. Ese tiempo instaló a la ciudad en el imaginario nacional como cuna de artistas. ¿A dónde fue a parar ese espíritu? ¿De qué manera impacta en las formas de habitar la noche de Rosario hoy, angustiada por la desigualdad, la violencia y el narcotráfico?

Escena I

Mariano Guzmán, referente del Grupo de Arte Experimental Cucaño (1979-1984), reivindica fiestas y eventos “que fueron disruptivos con la noche rosarina de boliche, de salidas, de caravana”. En 1987 se alinean planetas alternativos: encuentros públicos gestionados por artistas, lugares para bailar donde convergen universitarios y jóvenes de los barrios, bares que empiezan a configurar una zona roja y bandas de garaje que saltarán a la escena del rocanrol.

Escena II

El programa de mano de Caos, un espacio abierto frente a la actual Bajada España en abril de 1987, plantea un llamado a la revuelta: “Estamos quietos, sin movernos, no hacemos ruido, no hablamos. Respiramos el podrido aire de este orden”. En la inauguración se presentan grupos de rock, Guillermo Giampietro ambienta el lugar y actúan David Farías y Diego Ullúa. “Esto es el orden: lo que está en decadencia y apesta y se niega a reconocer que está listo, acabado –agita el programa-. Caos es el lugar donde las cosas se mueven sin restricción”.

Caos propone “el movimiento que no quiere ser detenido” y fracasa en el intento. Pero este fracaso es revelador de las fuerzas que se mueven y de un conflicto de larga duración. El boliche cierra ante la obligación de pagar sobornos no solo a la comisaría 3ra, que invoca razones de jurisdicción, sino también a la Dirección de Drogas Peligrosas, la sección Moralidad Pública y el Comando Radioeléctrico. Estos problemas son parte del asunto para bares y boliches nocturnos entre fines de los 80 y principios de los 90, particularmente en Albatros y El Mono, ambos en la esquina céntrica de Urquiza y Mitre, en el también efímero Murciélago Paranoico y más tarde en New Tito, donde las luces se encienden en algún momento de la noche y hay que exhibir los documentos.

“Era un momento de mucho delirio”, rememora Guzmán. Sin embargo no existe el mercado actual de la droga, y la marihuana, la cocaína y el LSD circulan en un ambiente marginal. La práctica de inyectarse se abandona con sucesos que llaman la atención del periodismo -la muerte por sobredosis de Daniel Woodward, un joven de 17 años que lideraba una barra céntrica de jóvenes (abril de 1984)- y sobre todo con la aparición del SIDA hacia fines de la década.

Escena III

Previamente, en el verano de 1985, hay un boom de consumo de cugumelos (o cucumelos), los hongos de copas doradas que crecen en la bosta de los cebúes. El descubrimiento precede en dos décadas a las visitas a Rosario de Don Antonio Muñoz Díaz, un médico del Amazonas peruano que dirige sesiones con ayahuasca organizadas por la Fundación Mesa Verde. Los peregrinajes a campos de Ibarlucea en busca de los hongos alucinógenos pasan en general desapercibidos para la represión policial y son otro punto de encuentro entre drogones y universitarios que asocian el suceso con los experimentos de Henri Michaux con la mescalina y las aventuras de William Burroughs en busca del yage o bannisteria caapi en la selva colombiana. No hay demasiados campos con cebúes: el dato sobre la ubicación precisa de un establecimiento pasa de boca en boca y es atesorado como un secreto. Circulan relatos sobre consumidores que se cuelgan con el alucinógeno. Los cucumelos se preparan entonces como un té, tratando de suavizar un sabor que naturalmente resulta más bien asqueroso, y produce un efecto más prolongado e intenso que el de los ácidos.

Escena IV

En noviembre de 1987 tiene lugar La Fiesta de los Muertos. Se trata de un evento organizado en el salón de la Sociedad de Carniceros por la República Necrofílica Arcimboldo, organización ad hoc conformada por Guzmán, Giampietro y Pato (Osvaldo) Guevara. El programa incluye entre otras presentaciones a las bandas Aquaman y los Galácticos y Quantum Phisic, escenografía que elabora los rituales fúnebres, vestuario de Dante Taparelli y la actuación de Yogaskan, “el hombre más fuerte del mundo”, un artista de variedades rescatado de la calle.

“Yogaskan cuidaba autos en la avenida Wheelwright –recuerda Mariano Guzmán-. Vivía en el Hotel Victoria, uno de los más antiguos de Rosario, frente al cabaret Brazilia. En su pieza tenía afiches de circos y cabarets en los que había actuado en los años 50 y 60 y el traje de lentejuelas que vistió en La Fiesta de los Muertos”.

Es el número central de una fiesta concebida para desconcertar al público. “Uno de los trucos más fuertes de Yogaskan era martillarse en la nariz un clavo gigantesco que terminaba por asomar por el paladar, para lo que tenía perforado un hueso. Acto seguido se cortaba el pecho con una yilé, que primero afilaba con la lengua, y le preguntaba el nombre a alguien del público para que él, conteniendo la sangre, se lo escribiera en el pecho. La gente se desmayaba”, agrega Guzmán.

Yogaskan hace presente una prehistoria de la noche, la que la revista Boom registra en la nota “Rosario de noche: la ciudad que se mueve” (diciembre de 1968): la del “show de medianoche” y los recitales de Mara Lane, “la reina de la conga”, en las whiskerías de la avenida Ovidio Lagos, cerca de la estación Rosario Norte, la interacción de coperas y provincianos en el Panamericano Dancing, otro punto del mismo barrio hoy reconvertido en zona de bares para la clase media, y “el oscuro mercado de estupefacientes” detrás de la fachada de pizzerías y salones familiares de la avenida Pellegrini. Y representa también la despedida de ese mundo, según otra referencia de Guzmán: “Yogaskan murió semanas después de la fiesta, aquella fue su última actuación”.

Escena V

El bar Inizio abre sus puertas un mes antes de La Fiesta de los Muertos. Ubicado en la esquina de Sarmiento e Ituzaingó, surge como un lugar donde hacer la previa para Staff, el boliche al que va la comunidad gay. Al frente, en la Plaza de la Libertad, comienza a concentrarse la oferta sexual de travestis. “A partir de esa apertura se terminaron las fiestas en casas particulares. Veníamos de muchos años de represión y se pasó a lugares públicos, más abiertos”, cuenta Luis Salcedo, dueño de Inizio, en una entrevista de 2022 con el periódico Comunidad 365.

Roberto García fue el primer cronista en registrar el fenómeno, en una nota publicada en 1990 por la revista universitaria Sisi. “Luis tenía reticencias al principio –cuenta-. Estaban muy presentes las situaciones de razzia y de hecho una de las noches en que hice la producción entró la policía al lugar y encendieron las luces. En la Plaza de la Libertad había un ambiente de tensión por el acecho policial y cierto resquemor de personas que no habían salido del closet y querían estar tranquilas, pero también se notaban las ganas de vivir la democracia”.

Las razzias remiten a la noche de la última dictadura. La Guardia de Infantería, sección de choque en las canchas de fútbol, rodea el lugar, interrumpe el tránsito y requisa ómnibus de línea para trasladar a los detenidos. Con ropa de combate, fusiles de asalto y escudos, los policías ordenan encender las luces, silenciar la música y salir a la calle. Gays y travestis pueden ser imputados por infracciones a cuatro artículos del Código de Faltas: 62 (actos molestos), 78 (ofensa al pudor), 81 (prostitución escandalosa) y 87 (travestismo).

La policía impone una condición para permitir la existencia de Inizio: las travestis tienen el ingreso prohibido. El negocio de la recaudación clandestina se optimiza cuando están en la calle, para extorsionarlas al mismo tiempo que a los clientes. Esta regla no escrita prescribe a partir de la mudanza de Inizio a su nuevo local en Mitre 1880, en 1991, y en particular con el activismo del Colectivo Arco Iris, fundado 8 de marzo de 1994 por Pedro Paradiso Sottile y Guillermo Lovagnini para promover los derechos de las personas LGBTIQ+, la lucha contra el VIH/sida y los derechos humanos.

Inizio es el eje de un circuito que integra otros bares como Subway y Shelter, en el barrio de Pichincha.  En la crónica de la época, Roberto García es testigo de una noche estelar: se presenta el actor Ricardo Duarte y el lugar está colmado. “Era un espectáculo de varieté con imitaciones de cantantes y actrices y un monólogo que se convertía en una proclama para explicar a la gente cómo defenderse de una agresión. La performance tenía también un valor didáctico”, recuerda García, hoy gestor de la Escuela de Literatura Aldo F. Oliva.

Escena VI

En otro punto de la ciudad, Iriondo y La Paz, un garaje y un taller mecánico se convierten en sala para ensayos de bandas de rock. El lugar se llama La Manteca y allí surgen Kashat, una de las primeras bandas de heavy metal de Rosario, y San Porro’n (Raúl Dirisio, Gerardo Galvano, Cristian Scale, Hernán Ananía), que tematiza la persecución policial en “Los buchones”, canción consagrada durante un festival realizado en 1990 en el club Sportivo América. “Los ensayos se prolongaban durante la noche. Se respiraba un ambiente de creación y resistencia cultural, de curtir el arte y la vida social en un mismo plano y sin necesidad de ser reconocidos para ofrecer un mundo propio, como es el horizonte de cualquier movimiento artístico aunque quede en los límites de un barrio”, analiza García, que también documentó el fenómeno cuando recién asomaba.

Escena VII

La Plaza de la Libertad funciona como otro punto de encuentro para los músicos. Allí debutan en abril de 1991 La Pecadora de Shanghai (Germán Robledo, La Chueca, Darío Vargas y Raúl Scarpetta, en transición a Sofía Scarpetta). La Pecadora propone rock y fiesta, hace canciones sobre las aventuras del amor callejero y el levante en los bares y tiene un hit, “Chongo de peluche”. Sofía Scarpetta (1967-2019) es luego la primera egresada trans de la Escuela de Letras de la Universidad Nacional de Rosario y la Biblioteca de la Facultad de Humanidades y Artes lleva su nombre.

“Fueron episodios de resistencia, de auto reconocimiento, de darse fuerza para que muchas personas salieran del closet –dice Roberto García-. Como cualquier otro movimiento social, surgió de los sótanos, salió a la luz, se hizo fuerte en la debilidad y enfrentó la desvalorización de la sociedad rosarina que se considera normal”. 

La resistencia

La resistencia continúa en los 90 y contribuye a esa noche que hoy parece ausente en Rosario. Es lo que lamenta el dueño de un hostel: “Estamos en el peor momento de la noche”. Según esta mirada la crisis no se debe a la inseguridad de la que tanto se habla en la ciudad sino a las ordenanzas municipales que regulan el funcionamiento de locales para bailar, bares, restaurantes y salones de eventos.

Entre fines de 1996 y el 12 de agosto de 1998 dos galpones del Ferrocarril Mitre sobre la avenida Wheelwright, donde ahora se levantan la Casa del Tango y un bar desangelado, funcionó el Galpón Okupa, un núcleo de artistas que se vuelve más visible a medida que se incrementa el hostigamiento judicial y municipal que condujo al desalojo y en que la muerte de María Soledad Rosas, en Roma, difunde el fenómeno squatter.

Los talleres de teatro, danza y malabares y los recitales que se hacen en el Galpón se proyectan en fiestas nocturnas en el Parque de España. Entre las principales atracciones se cuentan el grupo Los Buenos Modales  (Lucho Carizza, Mauricio Stábile, Eduardo Vignoli, Julio Benavídez, Roberto Cagnone, Nicolás Aimetti, Emilio Stanfly) y las actuaciones inclasificables de Ernesto y su conjunto (Max Cachimba, Rodolfo Marusich e invitados), performances con música, objetos y juguetes. Al calor de la resistencia a seis intentos de desalojo previos, surgen consignas que conservan actualidad: “La casa es del que la ocupa”, “El arte es una forma de pelear”, “Más viviendas menos comisarías”.

Tres meses después, en los primeros días de noviembre, la Plaza de la Libertad es el foro en el que un grupo de travestis y el Colectivo Arco Iris denuncian el pago de coimas y los favores sexuales que exigen los policías de Moralidad Pública para dejarlas en paz. La repercusión se incrementa por la respuesta brutal del jefe de policía de Rosario: razzias y declaraciones paradigmáticas de la discriminación, como llamar “mascaritas sidóticas” a las travestis o recomendar que se las separe de la sociedad. Pero el caso queda cerrado con la renuncia forzada del jefe de policía, y también termina una época de persecuciones.

Inizio funcionó hasta febrero de 2014. El cierre se precipitó después de una disputa en el bar entre personas vinculadas con la criminalidad, que terminó con un muerto y dos heridos. “El ambiente había cambiado, la violencia y las drogas se adueñaron de las calles y de la noche en toda la ciudad”, dice Luis Salcedo en la nota con Comunidad 365.

2024 tanta ciudad

La violencia y las restricciones formatean el presente. “Estoy aburrido de tanta ciudad”, cantaba Julio Benavídez en un tema de Los Buenos Modales grabada en 1997. Quizás hablaba de la noche que se venía en Rosario.