Ensayo

Milei, el candidato más votado en las PASO


Ruge la leonera

Con el 30.04 por ciento de los votos, Javier Milei fue el candidato a presidente más votado en las PASO y se consolida como uno de los favoritos para octubre. Recuperando el síntoma “que se vayan todos” logró contener el descontento y la desconfianza en el Estado y se impuso en 16 de los 24 distritos. Los resultados del domingo no se reducen a una “derechización de la sociedad”, dice Lucas Reydó. Una inflación del 115 por ciento, la creciente precarización laboral y una coalición oficialista hundida en peleas internas explican mejor la efectividad del rugido del León.

Javier Milei está emocionado. Sube a la tarima para dar su discurso post PASO con la convicción de quien se sabe favorito y encuentra el tono: el punto justo entre el rugido y una moderación (que como siempre, al final no es tal) a la que no nos tiene acostumbrados.

—Estamos ante el fin del modelo de la casta, basado en esa atrocidad de que 'donde hay una necesidad nace un derecho', pero se olvidan de que alguien lo tiene que pagar, cuya máxima aberración es la justicia social.

Pareciera que, por primera vez, tanto él como su espacio consideran realmente la posibilidad de que sea el próximo presidente de la Argentina.

La Libertad Avanza ya no es el mismo partido que se fundó en 2021, alentado por su impulso de rebeldía contra las medidas de aislamiento durante la pandemia y un viento de cola mediático que supo aprovechar para las elecciones legislativas de ese año. El cierre de campaña en el Movistar Arena la semana pasada demostró un nivel de organización y aparato militante mucho más sólido frente a aquél improvisado acto de cierre en el Parque Lezama en 2021, que a la vez fuerza consolidaciones ideológicas doctrinarias y contradicciones inherentes a un partido político que reniega constantemente de la política. 

Los resultados de las PASO del domingo demostraron un claro éxito en su apuesta a la polarización contra Juntos por el Cambio, que lo posiciona en un lugar mucho más relevante de cara a las generales y a un eventual ballotage. ¿Cuál será la estrategia de Javier Milei si quiere, a la vez, mantener el voto “bronca” y el de la más reciente adoptada racionalidad política? 

La libertad desde abajo

El cierre de campaña comenzó con la proyección de un cortometraje de dos minutos en el que aparece la figura de una persona tocando un shofar (un instrumento ceremonial de la colectividad judía). Luego toma un giro abrupto hacia la representación visual de varios edificios siendo demolidos. Lo que probablemente pudo resultar confuso para la militancia libertaria fue tanto un intento de consolidar la mística espiritual del líder como de alejarse de las acusaciones de antisemitismo resultantes del voto negativo de los diputados de La Libertad Avanza a la iniciativa que ingresó al Congreso de la Nación para declarar al 18 de julio (fecha del atentado a la AMIA) como día de duelo nacional. Así como Josué hizo sonar el shofar como un llamamiento de guerra para capturar Jericó, Javier Milei hace lo propio para con las instituciones de la Casta, su indeterminada y, según las circunstancias, moldeable construcción de su adversario político.

A la ya clásica entrada con la reversión de Panic Show, de La Renga, Milei sumó el nuevo cántico del que se vayan todos, un intento por recuperar ecos de la crisis de representación política del 2001. A la figura del “candidato del descontento”, explícitamente abrazada por los representantes de la Libertad Avanza y a ella buscan homologar la doctrina liberal como una obviedad resultante de ese descontento. En ese sentido, LLA se encuentra en una posición incómoda en la que debe mantener a la vez el discurso de sublevación y la consolidación de su partido en el sistema político tradicional.

La narrativa del underdog resulta clave para mantener en pie esta tensión. El documental Javier Milei: La Revolución Liberal, dirigido por el cineasta Santiago Oría y estrenado el  10 de julio en el Teatro Gran Rivadavia en Floresta, enfatiza la idea de un candidato que se construye particularmente desde abajo y sólo es llevado al camino de la política y el liderazgo a fuerza de las circunstancias. Hijo de una familia de clase media baja, con un padre colectivero, el temple de Milei se formó ya desde su juventud como arquero en las inferiores de Chacarita Juniors. Los arqueros, explica su hermana Karina (a la que el mismo Javier Milei se refiere como “El Jefe, ese ser maravilloso”), se enfrentan en el campo de juego a un clima mucho más hostil que el del resto de los jugadores; de su actuación depende la mayor parte del resultado del partido. Es esta hostilidad la que lo prepara para enfrentar los embates mediáticos que luego denunciará: que decían que sólo era un personaje entretenido y que nunca conseguiría votos, luego que nunca conseguiría superar las PASO y, más tarde, que no lograría obtener una banca en diputados. A partir de esa épica del 17% de los votos obtenidos en CABA en 2021 Milei reconstruyó la autonomía partidaria de La Libertad Avanza: hoy ya cuenta con estructura, fiscales y está “lista para representar a los argentinos de bien”.

Rebobinando la historia

A la hora de consolidar su doctrina partidaria, La Libertad Avanza reconstruye la historia Argentina en una clave distinta a la de la tradición cambiemita. En ese sentido, LLA no es un partido “gorila”, o al menos no lo es en términos tradicionales. Mientras que el macrismo sostuvo su irrupción política bajo la idea de terminar con “70 años de peronismo”, Javier Milei sitúa la era de oro de la nación bastante más atrás en la historia, en relación a la élite gobernante de la Generación del 80. 

Según los libertarios, la Argentina de fines del siglo XIX era la “envidia y el país más rico del mundo” hasta que “la clase política decidió que la riqueza no debía estar en manos de los argentinos”. Esta decisión -según este relato- tiene fechas y culpables específicos: el país abandonó el modelo constitucional de la libertad de Alberdi en 1916 con el radicalismo de Hipólito Yrigoyen y su modelo “colectivista”, con una selectiva omisión al hecho de que se trató del primer presidente elegido por medio del voto secreto y obligatorio universal (masculino). A partir de este momento la Argentina abrazó el “modelo socialista que sólo beneficia a los políticos ladrones y vuelve a los bolsillos de los honestos cada vez más chicos, que para trabajar y comer tienen que pedirle permiso a un burócrata”. Esta caracterización política no distingue partidos y según Milei se repite tanto durante gobiernos peronistas (a los que nunca se hace una alusión directa) como en los radicales y en las dictaduras.

El único momento en el que la Argentina pareció abrirse momentáneamente a su verdadero destino capitalista fue durante el menemismo: según el candidato más votado en las Paso devolvió al país a una senda de crecimiento sin inflación en el que el crédito hipotecario era una realidad posible al alcance de cualquier argentino. Aquel momento, sin embargo, fue interrumpido por “la casta” en 2001, cuando descubrió que el modelo de la Convertibilidad no servía para sus negocios. Ahí llegó el estallido de diciembre.

La reconstrucción de los ‘90 como promesa perdida y el 2001 como el momento de traición de la Casta ayuda a LLA a consolidarse como el verdadero partido outsider, al que le importa más diferenciarse de la derecha tradicional argentina que de los modelos desarrollistas y redistribucionistas del kirchnerismo. Es particularmente curioso cómo tanto en el film de Oría como en el discurso del último lunes las figuras de Alberto y Cristina son más bien omitidas y dejadas en un segundo plano frente a la de Horacio Rodríguez Larreta, el “siniestro” enemigo en el que Javier Milei centra la mayoría de sus ataques. Después de todo, esta disputa cobra sentido en la medida en la que el candidato libertario no busca apropiarse de conceptos como el de “justicia social” (concepto que desprecia abiertamente, a diferencia de su ex armador político, Carlos Maslatón), sino más bien disputarle el verdadero liberalismo a los candidatos del macrismo. La relativamente mala elección de Juntos por el Cambio parece haberle dado frutos a esa disputa.

Para Milei, Juntos por el Cambio representa hoy a los candidatos responsables de la estafa del 2001, y la promesa del por entonces outsider Mauricio Macri en el 2015 se reveló más bien como un “kirchnerismo de buenos modales” frente a la de su propuesta.

Yo ya gané

Incluso habiendo terminado en el primer lugar en las PASO, el mileísmo ya tiene preparada de antemano una narrativa de consuelo: independientemente de los resultados electorales, los libertarios ganaron la Batalla Cultural y lograron, como dice Alberto Benegas Lynch hijo (el “Gran Profesor” de Javier Milei), instalar las ideas de la Escuela de Economía Austríaca en la esfera pública. Hay un momento de verdad en este consuelo: el discurso político cambiemita debió volcarse hacia ideas no exploradas en la experiencia gobernante del 2015. Hoy, la privatización de empresas públicas, la dolarización de la economía y la flexibilización laboral no son propuestas que requieran de eufemismos para ser presentadas en el debate público y los miembros de La Libertad Avanza son conscientes de su rol en ese cambio.

La batalla cultural libertaria tiene la ventaja de ser realmente sincera frente al discurso macrista. Mientras que estos últimos parecieran reconstruir su discurso a partir de resultados obtenidos en grupos focales, la retórica de Milei es congruente con una escuela de pensamiento que reniega de cualquier figura relacionada a lo colectivo, a lo social o al pueblo. Si bien esta lealtad al libertarianismo y confianza en la inherente armonía del mercado le ha costado al candidato chocar contra los límites morales de su discurso (encontrándose a sí mismo defendiendo la libertad de morirse de hambre y la venta de órganos y bebés), la reivindicación del individuo frente al poder del Estado hace ecos que resuenan con suficiente ambigüedad en el discurso público para amoldarse a las incomodidades generadas por un contexto de presión fiscal regresiva y servicios públicos como salud y educación en visible deterioro.

Volver a poner en escena el “que se vayan todos” del 2001 supone a la vez instalar el concepto de que la crisis actual es directamente homologable a aquella, por lo que volver a barajar los roles y límites del Estado vuelve a ser posible. El régimen de alta inflación actual facilita la construcción de la casta como chivo expiatorio de la crisis, y entrega a la posibilidad de retomar sentidos comunes que no necesariamente se corresponden a realidades estadísticas: “la mitad vive del Estado y la otra la sostiene en el sector privado”, “nuestros hijos tienen que irse del país o terminar en la delincuencia o en la droga”, “los delincuentes se ven como víctimas y a las víctimas como delincuentes” son solo algunos de los textuales de Javier Milei en el cierre de campaña.

¿Se contiene el estallido?

El final del discurso de cierre del candidato libertario pretende ser a la vez catastrófico y esperanzador. A pesar de aquel grito heroico del que se vayan todos, la casta política ha logrado mantenerse en el poder, y de no cambiar el rumbo de inmediato, el único destino posible es el de “convertirnos en tierra arrasada y  la villa miseria más grande del mundo”. Si la experiencia menemista fue un halo de luz entre la “historia socialista” de la Argentina del siglo XX y la experiencia macrista un fallido experimento, Javier Milei dice que “la tercera puede ser la vencida”.

Los 30.04 puntos de La Libertad Avanza en las primarias desmienten el supuesto “desinfle” de Milei en los últimos meses y confirman que la narrativa de operación mediática y autocaracterización de outsider de la política fue claramente exitosa frente a las alternativas oficialistas y cambiemitas. Su termómetro social también parece acertado: recuperando el síntoma “que se vayan todos” logró contener el descontento y desconfianza en el Estado bajo una doctrina económica que la supone como mantra. Sería una pobre lectura acusar los resultados del domingo a una “derechización de la sociedad”, en particular cuando el discurso mileísta ha opacado en los últimos meses sus retóricas más punitivistas (reduciéndose al pequeño y suficientemente ambiguo slogan de “el que las hace las paga”), negacionistas y anti-derechos civiles (mantenidas particularmente por la candidata a vicepresidenta, Victoria Villarruel).  Antes que una derechización podría hablarse más bien de un fracaso de cierta retórica progresista que quiso leer de manera demasiado lineal el fenómeno Milei como evidentemente masculinizado y conservador. También hay, por ejemplo, mujeres que sintonizan a la vez con las conquistas de derechos reproductivos y con la retórica incendiaria del candidato libertario.

Por otro lado, un rápido vistazo podría sugerir que La Libertad Avanza absorbe más votos de Juntos por el Cambio que de Unión por la Patria: tanto halcones como palomas no fueron capaces de articular un relato que se diferencie de la experiencia de gobierno macrista del 2015-2019 y que vaya más allá de mayores o menores antagonismos con respecto al kirchnerismo, mientras que los libertarios lograron volver a traer programas de gobierno y una batería conceptual que al menos resuena como más novedosa ante el electorado. Después de todo, la explicación más simple quizás sea la más acertada: una inflación interanual de 115 puntos porcentuales, un creciente proceso de precarización laboral, una inefectividad en términos de seguridad (que se evidenció  en relación al crimen de Morena unos días antes de las elecciones) y una falta de relato de una coalición oficialista más interesada en dirimir sus internas e intrigas palaciegas a cielo abierto se vieron fácilmente desplazadas por la efectividad representativa del rugido del León que resultó lo suficientemente racional como para lograr resonancia en el discurso público.