Ensayo

Les pibis, la sexualidad y el amor


La patria de la deconstrucción total

Un jueves a la noche, cuando Danila Saiegh se sentó a escribir esta nota, reconoció que a sus 30 y pico no tenía más que suposiciones sobre cómo el feminismo, la lucha por el aborto y el aislamiento pandémico influyeron en la forma en la que les centennials gestionan sus vínculos sexoafectivos. Entonces abrió su Instagram, lanzó una encuesta y se llevó muchas sorpresas, dice. Más de 300 jóvenes de entre 16 y 24 años le contaron qué significa la pareja, cómo se conocen, cuáles son los códigos de sus relaciones. ¿Trascender mandatos lxs vuelve más libres? Binarismos, autovigilancia e ideales de la feminista perfecta.

— Yo no soy de la monogamia.

— ¿Qué quiere decir eso?

— Que si soy monogámica pongo primero a un chabón, o sea a vos, y no a mí.

— ¿En qué sentido?

— No quiero privarme de mi propio placer.

— ¿Entonces?

— Pensalo tranqui y avisame.

— No sé, mucho no me cierra. Pero si las opciones son cortar ahora y sufrir, o probar, cortar en dos meses y sufrir, elijo la 2.

David y Gabriela ya pasaron juntos más de seis meses. Tienen 24 y 20 años, se conocieron por Instagram. “Empezamos a chatear. Buena onda pero me clavaba el visto. Yo soy re intenso, así que al tercer visto le dejé de hablar. Al tiempo le comenté una storie sin expectativas. Me contestó, le dije de salir y vino a mi casa -cuenta David-. A mí no me sale chamuyar, no quiero parecer un acosador. Así que me vino bárbaro que ella avance.”

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Muchas personas de entre 30 y 40 años afirmamos que les jóvenes ya se deconstruyeron. Como si hubiera una barrita medidora susceptible de completarse, elles estuvieran al 100% y nosotres en un 40%, en el mejor de los casos. 

Me siento a escribir sobre la vida sexoafectiva de les pibis. Me doy cuenta que no sé nada. Lanzo una encuesta en mi IG. Oh, ¡sorpresa!

“Las pibas ya resolvieron todo”, dice una amiga en su zoompleaños número 38, en un doble movimiento de esperanza y autoconvencimiento. “Cuando mi sobrino Santiago tenga nuestra edad los géneros no van a existir más, todes van a ser fluides”, dice otra. “De la heterosexualidad, de la pareja, de la monogamia: les pibes se bajaron de todo”, coincidimos. Pensamos que son libres tanto de las opresiones más violentas como de los desencuentros propios de las relaciones sexoafectivas. Es tranquilizador creer que habitan un espacio socio temporal en el que muchas cuestiones están saldadas, los feminismos mandan y no hay desigualdades entre géneros. Pero no puedo evitar preguntarme: ¿es así? ¿Se puede amar sin padecimiento? ¿La monogamia, el machismo, la toxicidad son solo cosa nuestra? ¿Cuáles son sus nuevas reglas? ¿Existe la pareja en sus discursos y/o en sus prácticas? Será, como dijo Gayle Rubin hace 32 años, que hay períodos de la historia en los que la sexualidad es más intensamente contestada y más abiertamente politizada. Me resulta un modo hermoso de narrar este presente. Y es en estos períodos, dice Gayle, en los que el dominio de la vida erótica es, de hecho, renegociado.

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Jueves a la noche. No tengo más planes que sentarme a escribir esta nota. Escribo dos líneas y me doy cuenta que no sé nada acerca de lo que piensan les jóvenes sobre el amor. Hago una encuesta en Instagram. Pregunto: ¿qué significa estar pareja? ¿Quieren estar en pareja? ¿Cómo se conocen? ¿Qué piensan de la monogamia? ¿Cuáles son las reglas en sus relaciones? ¿Qué piensan del poliamor? Ya que estoy pregunto todo. Mi encuesta se llena de respuestas: 315 jóvenes de entre 16 y 25 años me cuentan sobre sí mismes y me llevo más de una sorpresa. 

Ya que estaba, pregunté todo. Respondieron más de 350 jóvenes. ¿Querés estar en pareja? ¿Te afectó la pandemia? ¿Cómo conocés a alguien? ¿Tendrías una pareja abierta? ¿Te sentís libre? ¿Cuáles son tus miedos?

La mayoría se define a sí mismx con categorías genéricas tradicionales como femenino, masculino, varón, mujer. Sólo el 18% se nombra mujer cis, varon cis, torta, puto. Cuatro personas se autoperciben no binaries. Algunas respuestas vienen con notas al pie: “Mujer hetero cis con dudas”, “Masculino por ahora”, “No binarie, si me asocian al femenino está bien”.

Respondieron personas de Buenos Aires (34,2 %), San Luis (8,2%), CABA (casi un 8%), Cordoba (6%), Santa Fe (4,1%), Entre Ríos (2%), en su mayoría, y de Chile, Uruguay, México y Costa Rica (5,3%). 

¿Quieren estar en pareja? A la gran mayoría le interesa tener un vínculo sexoafectivo o una relación amorosa porque de ese modo se sentirían menos solxs. 

“Las relaciones me dan estabilidad.” 

“Me interesa tener un compañerx.” 

“Quisiera compartir algo más que solo coger.” 

“Quiero estar en pareja para contar con alguien en todo momento”. 

Alejandra tiene 24 años, se define heterosexual y vive en Villa Lugano, CABA. “Los únicos vínculos que tuve hasta el momento fueron horribles, me costó entender lo que es un vínculo sano -cuenta-. Así que ahora me interesa tenerlo.”

 “Nadie quiere construir por fuera de lo establecido, ni yo porque paja.” Marisol (20).

En algunos casos surge la pandemia como otro motivo por el cual prefieren estar en pareja: “Entendí que el cariño y la amabilidad son las únicas cosas que al final del día nos hacen querer seguir viviendo”, dice Florencia de 19 años, quien se define bisexual y vive en la zona sur del conurbano bonaerense.

Manu tiene 19 años, es de Bell Ville, Cordoba, y se define no binarie y homosexual. No le terminan de encantar las etiquetas pero siente que milita por la abolición de género cada vez que se define de este modo ante otres. “Me gustaría tener la experiencia de estar en pareja, creo que el mandato también un poco está.”

Dentro de quienes plantean que no quieren estar en pareja los motivos que más aparecen son las no ganas, la idea de que estar en pareja es muy exigente y demanda mucho tiempo.  Marisol tiene 20 años, se define mujer y heterosexual, es de Ituzaingó. Dice que le da fiaca sostener una relación en este momento. Para Alejandra, 25 años, riojana, las dinámicas de pareja son “asfixiantes”: verse todos los días, escribirse a cada rato, contarse todo, conocer a los padres. “Nadie quiere construir por fuera de lo establecido, ni yo porque paja”, agrega. Martin tiene 20 años, vive en Del Viso y se define masculino homosexual: “Amo demasiado estar solo y me causa rechazo dar afecto al ser una persona muy fría”. 

Algunas respuestas vienen con notas al pie: “Mujer hetero cis con dudas”, “Masculino por ahora”, “No binarie, si me asocian al femenino está bien”.

Hasta aquí aquello que Luciano Luterau diagnostica para la generación de quienes hoy tienen alrededor de cuarenta años se hace notar en las generaciones más jóvenes. La expectativa es por un amor práctico y de baja intensidad que dé mucho y demande poco: “tenemos disponibilidad para la seducción, pero la parte de enlace con la cotidianidad del otro nos cuesta”. 

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La pregunta de fondo se modifica y aparece otra: ¿Cómo cambió el modo de vincularse entre les jóvenes?

 “Mi relación es abierta pero a ningune le pinta estar con otrx." Leandro (25).

Desde los feminismos debatimos cómo construir una erótica a partir del consentimiento. Si nuestra generación habita las contradicciones sobre lo que nos calienta y lo que nos parece correcto, lo que nos hace felices y lo que hacemos para cumplir los mandatos y lo que hacemos para rebelarnos, ¿es posible que las generaciones que vienen hayan zanjado esas cuestiones? ¿No será mucho?

“Las generaciones más jóvenes tienen mayor apertura en temas de género y sexualidades, pero no creo que haya un salto abismal con quienes hoy tenemos entre treinta y cuarenta. Siento mayor el salto de nuestra generación con la de nuestras madres, o la de ellas con nuestras abuelas. Esto se debe a cuestiones concretas como la entrada masiva a la universidad”, dice Mariana Palumbo, doctora en Ciencias Sociales que desde hace muchos años investiga temas de sexualidad y género en jóvenes, especializada en afectividades, soltería y redes sociales. Palumbo destaca la alarma que desarrollaron las jóvenes para detectar situaciones de violencia. “Las pibas tienen el tema violencias super presente, les pasa algo y lo hablan con sus amigas, eso genera espejo. No importa que no hayan tenido un montón de relaciones sexoafectivas, pero cada cosa que les pasa la comparten, la explican, la catalogan. En ese sentido, aparece como violencia que un chabon no sepa coger porque no procura el placer de su compañera. A eso se suman las violencias que no sabemos que vive cualquier mujer joven en su vida cotidiana y genera una sensación de hartazgo que se materializó en el Ni una menos y reivindicación del deseo.”

Los feminismos impactan en la sociabilidad de les jóvenes. Algunos cambios sólo se dan, por ahora, de la boca para afuera. Hay algo con lo que ya no transan: violencias nunca más.

Lúcia Menéndez, autora de La sexualidad después del escrache, también es parte de esta conversación. Es socióloga e investiga temas de sexualidades y juventudes. Agrega: “la heteronorma y la monogamia ya no se dan por sentado, se transforman en algo más parecido a una elección. A medida que se ensayan nuevas formas, se improvisan normatizaciones que tienden a continuar con el pensamiento binario. Es decir, discuten el binarismo sexogénerico que establece las categorías varón/mujer pero plantean otros como tóxico/no tóxico o aliado/violento”. 

Las pibas habitan esta transición cultural incómoda a costa de perder el dinamismo propio de las relaciones sociales, y algunas veces terminan etiquetando y marginando a algunes. Sin dudas hay cambios en los guiones sexuales: “Cuando comienza un vínculo sexo-afectivo es más difícil que antes estimar el paso que vendrá después, está abierto al juego, a la exploración, a los vínculos más equitativos y en los que prime la libertad”, agrega Lucia Menéndez. 

“Entendí que el cariño y la amabilidad son las únicas cosas que al final del día nos hacen querer seguir viviendo.” Florencia (19).

Esa libertad, como plantea Eva illouz, genera sus propias formas de sufrimiento: incertidumbre, angustia, ansiedad. Cuestionar ciertas prácticas y adoptar nuevas perspectivas implica también un esfuerzo de reconocer que hay situaciones que nos cuestan y que hay contradicciones que gestionar. Las elecciones románticas están condicionadas social y culturalmente; operan en ellas el entorno social, sí, pero también los mecanismos internos o las herramientas subjetivas de cada une. En este sentido “la carrera por ser la feminista perfecta es, además de una exigencia insostenible, inútil y cruel para con nosotras mismas”, afirma Menéndez. 

Quizás el tema no es ver si las nuevas generaciones son más libres, sino pensar en los mandatos que efectivamente están tirando a la basura. En el consultorio de Ana Maglio ya casi nadie consulta por un dilema con su orientación sexual. “Hoy es una característica más. No requiere mayor acompañamiento profesional porque el tema genera poco impacto en su vida social o familiar”, dice la doctora en psicología, especialista en adolescentes. Más jóvenes se identifican como bisexuales, y esto habilita a la exploración de sus gustos. Más adolescentes y jóvenes comentan y likean en redes lo que puede ser leído como un primer paso en el levante. Sin embargo, no observa en sus pacientes que “cierto avance de las chicas” retraiga a los varones. 

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Sábado a la tarde. Santiago, El Chobi, Martin y Joaco ensayan con su banda en la terraza de la casa de Martin. El Chobi cuenta que tuvo una cita con Ayelén, una compañera del curso. Fueron a caminar, de tarde. Se sentaron en escalones de casas a tomar cerveza. Chaparon. “Bastantes veces”, dice El Chobi. “¿Ya le volviste a escribir?”, pregunta Santiago. El Chobi responde que no, que no la quiere gedear, que va a esperar a que ella le escriba si es que quiere, que tampoco le quiere preguntar si la pasó bien. “Contestale una storie, ahí estás como haciendo una pero chill”, dice Martín mirando sus dedos acomodarse con precisión en el clavijero de la guitarra. 

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— Le mandé una nude a un pibe, nada.

— ¿Cómo le mandaste una nude?

— Sí, nada. 

— Pero eso implica que ya charlaste y eso no se puede, por lo que acordamos.

— Charlar es charlar, no es nada.

— Quedamos que si surge en el momento se puede coger, pero charlar, salir, no se puede.

— Me estás prohibiendo algo que yo quiero hacer.

— No te prohíbo nada, me haces quedar como un sorete. Es lo que habíamos quedado.

— Son solo charlas. Fue sólo esta vez.

— Rarisimo. Me da bronca igual. ¿Para qué pusimos reglas?

— Exagerás muchísimo.

— Bueno, no sé si me cierra tanto. Volvamos a hablarlo cuando nos veamos.

— Ok.

— Todo bien?

— Si, obvio <3

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Ivan tiene 23 años, es gay y vive en Montevideo: “La pareja abierta me parece un concepto bárbaro, es el futuro. Pero el futuro de otros, no el mío. Lo aplaudo, pero no puedo, no podría”. La mayoría (52%) de les jóvenes encuestades coincide con Iván. Suponen que ese formato de relación es interesante y posible pero para otres con mejores capacidades. 

Los escraches y las militancias feministas en los secundarios primero y la pandemia después retrasaron la vida erótica de los más jóvenes.

“Tengo mis inseguridades, no estoy preparade para una relación así, no es de posesivo, es miedo a no ser suficiente para el otre”, dice Ale quien se define no binarie, tiene 18 años y vive en La Matanza. La idea de no sentirse a la altura del desafío se repite en la mayoria de las respuestas. “Todavía no tengo la mentalidad para una relación abierta, suelo ser un poco celosa”, dice Alba de 20 años, quien se define bisexual y vive en Campana, provincia de Buenos Aires. Paula, mendocina de 24 años, cuenta: “La tuve y al principio funcionó pero después fue doloroso. Me sentí obligada a ser progre y me tragaba los celos jaja”. Laura se define heterosexual, tiene 24 años, vive en La Rioja y afirma: “Estuve en una relación abierta y la pasé para el orto. No lo volvería a hacer. No sirvo para eso”.

Un grupo minotirario (22%) está interesado en tener relaciones abiertas o se encuentra en una actualmente. Aquí aparece la necesidad de tener algo de control sobre el otre, y, en ese sentido, la variable de ajuste es la política de contarle a su pareja principal sobre sus otras relaciones o no. Como si no saber los preservara del abismo políticamente incorrecto de sentir celos (lo que Lucia Menendez llama “estrategias para proteger las subjetividades”).

"No me sale chamuyar, no quiero parecer un acosador. Así que me vino bárbaro que ella avance.” David (24).

A Matías, de 25 años, le gustaría tener un vinculo abierto: “Depende la confianza y la intimidad que tenga con la otra persona, pero me parece que no es necesario compartir todo”, dice quien se define homosexual y vive en Hurligham. Vanesa tiene una relación abierta con varón: “Compartimos lo que hacemos. Sin mucho detalle pero sabemos los nombres de las otras personas y en qué están. Pues ordena a una también”. Ella tiene 23 años, se define heterosexual pero no niega otras posibilidades y es neuquina. 

También están las parejas abiertas “testimoniales”, como la de Leandro, bisexual de 25 años que vive en CABA: “Mi relación es abierta pero a ningune le pinta estar con otrx. Si se llegase a dar, no me gustaría que me comparta que estuvo con otra persona”.

El último grupo, que representa el 26% de les encuestades, es el de los “no sabe”. También aquí aparece la idea de que para sobrellevar este tipo de relación hace falta un trabajo teórico y emocional. “Depende cómo se forme nuestra relación y obviamente teniendo claros los límites”, dice Iara de 22 años, bisexual, residente en Cordoba. En la misma linea Leila, tambien bisexual, 19 años y del conurbano bonaerense, cuenta: “Me gustaría, pero tendría que trabajarlo un poco más”. Carla se define hetero, tiene 22 años y es de Rosario: “Podría, pero con ciertas reglas. Igual, ya con saber que se puede estar con otros me parece suficiente. No es necesario contar todas las historias”.

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¿Entonces? Parece que les pibis no resolvieron todo. No configuran generacionalmente esa patria de la deconstrucción total de la que hablaban mis amigas en el zoompleaños. 

Sin duda hay un impacto de los feminismos en la sociabilidad: las violencias se consideran una práctica totalmente indeseada y esta apreciación tiene un correlato en lo concreto. Sin embargo, como dice Mariana Palumbo, hay algunos temas que aparecen solo en el plano de lo discursivo. Ideas como el poliamor forman parte del repertorio de acción posible, con mucha mayor presencia que en las generaciones mayores pero, por ahora, sólo en el plano de las palabras. Desde esta lectura, les jóvenes dialogan con las nuevas narrativas feministas, son protagonistas en muchos casos de su reproducción, pero no están ahí. 

"Me costó entender lo que es un vínculo sano. Así que ahora me interesa tenerlo.” Alejandra (24)

Les pibis ponen en tensión algunos mandatos, transforman en elecciones aquello que antes era destino obligatorio. En ese movimiento comienzan a modelar sus propias normativas. Lo que Lucia Menendez conceptualiza como una dualidad entre placer y peligro: se establece la libertad como principio rector. El conflicto es que la libertad, como otras cuestiones que se imponen como nuevas leyes -la responsabilidad afectiva, por ejemplo- son conceptos polivalentes que generan zonas grises. “En mi trabajo me encontré a jóvenes con miedo. Los varones, a estar haciendo algo violento sin darse cuenta y ser escrachados; las chicas, aterradas ante la posibilidad de sufrir violencia y/o consentir alguna práctica que las coloque fuera de su activismo feminista.” 

Como si la misma fuerza de sus cuestionamientos se volviera hacia sí mismos en clave de miedo, según Mariana Palumbo nos encontramos con una vuelta conservadora en algunas temáticas. “Siguen operando el amor romántico y la monogamia no como prácticas negativas pero sí en clave de celos y control.” Las redes, a partir de herramientas como la última hora de conexión o el tic azul de whatsapp, potencian mecanismos de ejercicio de poder: esperar y hacer esperar. Parece haber una tensión entre cierto tipo de violencia, el erotismo y el amor de pareja. 

Otra contradicción tiene que ver con lo que Georg Simmel llama “doble situación del individuo”: Ser une para la sociedad y otre para sí mismo. Esta dualidad no implica escisión,  ambas partes constituyen una unidad, la del ser social.

Hay una exigencia por evitar sufrimientos y situaciones incómodas a la hora de que les jóvenes entablen vínculos. Lucia Menedez considera que hay algo intrínsecamente incómodo de la sexualidad. El conflicto aparece cuando nos convencemos de que podemos controlar todo, evitar desencuentros y adelantarnos a saber qué vamos a desear. No es posible preverlo todo, pero sí se puede cambiar la manera de interpretar y de gestionar lo contingente. 

Mariana Palumbo señala que hay un retraso en la vida erótica de los jóvenes: “Veníamos del boom de los escraches en los secundarios, llega la pandemia y se interrumpe el colegio como espacio de sociabilidad. En esa pausa escolar las jovenes militaron y ganaron el aborto. Ahora será interesante ver cómo se reacomodan esas chicas y esos varones.”

Mientras cuestionan las viejas formas, escriben los nuevos guiones sexuales y amorosos. Las búsquedas llevan a abismos tan erráticos como prometedores. Libres nos queremos.

Ese grupo se caracteriza por tener una extraordinaria capacidad de agencia para manifestar quiénes son y qué desean. La construcción de estos guiones sexuales y amorosos sucede al calor de una serie de cuestionamientos a las formas tradicionales de amor y pareja. La búsqueda es errática para trascenderlos, recuperarlos o construirlos de nuevo ¿sin mapas? pero con (auto)vigilancia permanente. ¿Cómo resolver la tensión para que esas premisas que ya forman parte de las subjetividades de les jóvenes no configuren un nuevo tipo de reglamento?

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—Entonces se puede estar con alguien si pinta o sea, no arreglar antes

—Sí.

—Nada de chamuyo y citas menos.

—Ok, quedamos en eso.

—¿Estás de acuerdo o querés hablar algo más?

—Me parece bien, si me empiezo a sentir incómoda lo volvemos a hablar.

—Re.

—<3

—Igual si podés evitar cogerte a un pibe, mejor, ahr, pero si.

—jaja bueno, dale. 

Fotos: Inmensidades en colaboración con Julieta Pedroza.